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Escuela de graffiti, escrito por Sue

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¿Pude darse una escuela de graffiti? Evidentemente sí. Enseñarían, por ejemplo, la importancia de mover bien los botes antes de entrar a pintar o como conseguir que una firma te dure más tiempo. La edad ideal para entrar serían los 12 años. En la primera clase habría que dotarles a cada uno de los alumnos con un rotulador, quizá un Edding 500, que no mancha.

En este primer año, mientras eligen su nombre, podría enseñárseles caligrafía, escrita y leída. Y también una breve iniciación al empleo del color. Véase, no poner nunca el Amarillo Limón sobre el negro o sólo utilizar Blanco Nata. Sería un año en el que los jóvenes escritores dibujasen mucho sobre papel en continua búsqueda.

Después sería hora de salir a la calle armados con rotulador. Imaginad, el profesor diría ¨vamos a bajar bombardeando hasta la estación¨. Siempre con rotulador, nunca con bote. Otro día, una vez que se han gastado un par de ellos, es momento de salir con latas, y también con fat caps, y de esta manera reventarlo todo.

En tercero comenzarían el ciclo de trenes, el más duro de todos. Son siete años en total, pero si te quieres sacar el título de Abuelo son cinco más más la especialización en tren o metro, que son tres más.

Para saber lo que se daría en estas lecciones es absolutamente imprescindible acudir a clase. Porque no hay apuntes y las prácticas son en directo.

Y al hilo de esta cuestión. Por el contrario, ¿son lícitos los talleres de graffiti? Evidentemente no.

El privilegio de conocer la presión de un fat cap sólo le puede ser dado a los escritores. Aquellos que, aún conociendo el riesgo, regalan su arte en un ejercicio generoso de su democratización.


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