JA es un escritor de graffiti de la ciudad de Nueva York que ocupa un puesto singular; es uno de los bombarderos más constantes y arriesgados que ha habido. Además de esto, tiene una historia de vida interesante. Ja es hijo del director de cine John G. Avildsen (director de Rocky y las tres primeras Karate Kid) y ha aparecido en algunas películas interpretando papeles pequeños. JA es una de esas personas que han sido poseídas por el graffiti (ilegal) y cuya vida ha sido transformada y dedicada de manera adictiva por esto.
Este artículo es una traducción de la crónica realizada por Kevin Heldman a JA para la revista Rolling Stone en 1995. Al publicar este escrito, no pretendemos incentivar a personas a seguir el ejemplo de personas como JA, y tampoco queremos que crean que todas las personas involucradas en graffiti siguen este molde ( ud conservador psicorrígido defensor de morales a bala y bolillo). Esto es un caso particular y propio del ambiente de Nueva York. Queremos dar a conocer historias excepcionales de personas que viven al borde y cuya pasión los lleva a vivir vidas de una manera singular.
Compartimos el artículo de Kevin Heldman con todo respeto. Pueden conocer más sobre su trabajo en: http://journalismworksproject.org/
Para leer el artículo de JA como fue publicado en inglés pueden verlo en:
http://journalismworksproject.org/graffiti.html
La primera vez que conocí a JA, él llegó en patines y con su gorra hacia atrás mientras lo esperé en una esquina de Manhattan a eso de la media noche. Él es blanco, pequeño pero fornido, tiene 24 años y un corte de pelo militar. Ha estado escribiendo graffiti por casi 10 años y es el fundador de un grupo de miembros intermitentes llamado XTC. Sus manos, brazos, piernas y cabeza muestran una variedad de cicatrices provocadas por palos, alambres de púas, puños y superficies con bordes afilados sobre las cuales se ha subido, trepado o encaramado. Ha sido golpeado por la policía (lo llama un “shampoo de palos”), le han disparado, ha caído en medio de tráfico en movimiento en una autopista desde una señal de tránsito, ha corrido desnudo a través de patios de trenes haciendo tags, ha sido perseguido a través de autopistas por escritores de graffiti rivales ondeando palos de golf y ha arriesgado su vida innumerables veces por escribir graffti-haciendo bombing (graffiti ilegal).
Ja vive solo en un apartamento de una habitación. Hay graffiti escrito sobre un espejo del ancho de una pared, tiene una banca para pesas, una lámpara de lava para “sollarse”, aerosoles arrinconados en una esquina y una calcomanía grande del sistema de transporte de metro (MTA) pegado en el costado de su nevera. El timbre a su apartamento tiene escrito un nombre falso, su número de teléfono no está enlistado para evitar representantes de los sistemas de justicia y conflictos con escritores rivales de graffiti. JA, uno de sus sus compañeros de graffiti (JD) y yo, discutimos sobre sus dudas acerca de hacer este reportaje; JD me da un vistazo a lo que es su estilo de vida diciéndome: “Ud no nos jodería. Sabemos dónde vive.”
Seguimos en el apartamento de JA y vemos fotos. Tiene cientos de fotos de escritores de graffiti adentro de Vagones de tren fuera de servicio, los cuales acaban de cubrir por completo con tags(firmas), fotos de escritores de graffiti utilizando chalecos anaranjados de seguridad para hacerse pasar por trabajadores del tránsito y caminando a través de rieles de tren inspeccionando piezas que JA y su grupo pintaron la noche anterior, fotos de “throw ups” (letras abombadas rápidas) de JA, pintados 50 veces a través de un muro contensor en una autopoista a 5 metros de altura. Fotos y fotos de “JA´s” pintados en trenes, camiones, rejas de negocios, puentes, costados de edificios, vallas, todos reclamados como suyos y registrados en fotos.
Ja proviene de una famila “de bien”; sus padres están divorciados; su padre tiene un alto cargo en la industria del entretenimiento. JA está consciente que en la mente de algunas personas este último hecho pone en duda su credibilidad callejera y se ha esforzado insistentemente en demostrar la diferencia entre ser afortunado y ser débil. El estima que ha sido arrestado unas 15 veces por numerosos crímenes. No tiene un empleo y es un misterio como hace para mantenerse. Cada vez que nos hemos visto, ha estado “drogado” o a punto de “drogarse”. Una vez me llamó desde la cárcel Rikers donde estuvo varios meses por conducta indebida y por incumplir su tiempo de probación. Dice que algunos de los prisioneros lo vieron haciendo tags en un cuaderno y le pidieron que les hiciera tatuajes.
Así es. Dondequiera que está, JA domina sus alrededores. Con su crew (grupo), él escoge qué sitios pintar, de qué tiendas robar, él controla la misión. Da las direcciones en el carro, planea las actividades y pone el ambiente. También lleva todo un paso más adelante que las personas que lo acompañan. Escala más alto, se queda despierto más tiempo, se echa el jale más largo del porro, hace la mayor cantidad de graffiti. A pesar que es respetado por otros escritores y descrito por muchos como un “King” (rey bombardero) o como “la persona más cojonuda que he conocido”, esa misma iniciativa de desorden lo aleja de la mayoría de personas que no tienen un apetito tan grande para el caos, adrenalina y auto-destrucción.
Cuando le pregunto a un detective que se especializa en combatir el graffiti, si hay algún escritor en particular que sea muy conocido, menciona a JA de inmediato y dice con cierto orgullo: “Nos conocemos”. Llama a Ja “el escritor de graffiti más grande de todos los tiempos” (aunque él preferiría que no se supiera ya que solo alentaría a JA). “El probablemente tiene la mayor cantidad de throw ups en la ciudad, el país y el mundo”, dice el detective. “Si el escritor reconocido promedio tiene 10,000 tags, JA debe tener unos 100,000. En solo Nueva York ha debido hacer por lo menos 5 millones de dólares en daños.
A eso de las 3am, Ja y otros dos escritores salen para pintar una valla publicitaria en el West Side Highway de Harlem. Esta noche están SET, un escritor blanco de 21 años de Queens y JD un escritor afro-latino de la misma edad también de Queens. Cargan sus morrales con latas robadas de Rustoleum, boquillas fat caps, un cortador de tornillos industrial y guantes quirúrgicos. Nos metemos a un carro y comenzamos a conducir mientras “Schooly D” suena a todo volumen en el radio. Primero paramos en una tienda donde JA y SET entran y roban cerveza. Luego manejamos por Harlem visitando diferentes ollas de droga, manteniéndonos alerta viendo si hay “berries” (carros de policía). JA tira una botella vacía de 40 onzas de cerveza por la ventana y estalla contra el pavimento.
En diferentes momentos, JA sale casualmente del carro y entra a edificios buscando expendedores. Buena parte de la vida del graffiti exige caminar por donde sea en la ciudad y a cualquier hora sin tener miedo- o teniendo miedo y haciéndolo de todas formas.
Llegamos al sitio donde JA ha “taggeado” el nombre de un expendedor en una pared de su territorio. Los tres escritores compran una dosis de crack y uno de Angel dust (Droga de calle) y los combinan (lo llaman “base espacial”) en una hoja de tabaco. JD me dice que “ciertas drogas ayudan a tu bombing,” diciendo que el dust sirve para valor y fuerza (“bionicos”). También han hecho bombing bajo el efecto de mescalina, valium, marihuana, crack y licor de malta. SET me cuenta una historia sobre subirse a un poste en una autopista a las 6 am lleno de Xanax”.
Mientras JD prepara el blunt, JA camina al otro lado de la calle con un aerosol y hace throw ups con los nombres de los tres. En una esquina, escribe mi nombre.
Conducimos a una área costera de la ciudad; un sector desierto con bodegas, rieles de tren y parches de selva urbana señaladas con vallas publicitarias de gran altura. Los tres escritores están drogados y nos sentamos en una curva al lado del carro fumando cigarrillos. A una distancia podemos ver un grupo de hombres rodeando un carro parqueado cerca a una zona de carga que tenemos que pasar. Esto provoca 30 minutos de especulación obsesiva, un recuento drogado de la espiada:
“Socio, esos son escritores” dice SET. “Bajemos y los chequeamos” dice JD. “Esperen, veamos que escriben” dice JA. “HEY, van hacia el baúl” dice SET. “Latas hermano, van a sacar las latas. Socio, son escritores. Pueden ser enemigos, es posible que haya pelea” dice JA. “Podemos confirmar que hay latas? Alguien ve latas? “ pregunta SET. “Si. Si tienen latas” se contesta él mismo. “Hay latas” “Son escritores. Resulta que los hombres son ladrones, parte de un grupo robando un camión cercano. En unos momentos vigilantes aparecen con linternas y por lo menos uno de ellos tiene su arma desenfundada. Los ladrones se esparcen por la zona mientras perros guardianes corren por el lote ladrando como locos.
Esperamos a que la situación pase hasta que JA dice: “Ahora comenzamos”. Con la capucha sobre su cabeza, nos lidera arrastrándonos a través de unos árboles (que en la mente de JA se han convertido en Vietnam). Paramos y seguimos, JA se arrastra sobre su estómago, pasando innecesariamente cerca a uno de los guardias que sigue patrullando la zona. Pasamos por túneles cubiertos de graffiti (con goteras de película incluidas), por encima de escaleras desintegradas llenas de maleza a través de caminos cargados de basura utilizados por adictos al crack.
Nos acercamos a la valla y JA utiliza el cortador de tuercas para cortar un hueco en 2 rejas alambradas. Nos arrastramos por ellas y caminamos por los rieles de tren hasta que llegamos a la base de la valla. JA tiene su morral puesto y sube unos 12 metros por un delgado tubo de metal que está pegado al tubo principal. JD después de varios intentos fallidos, lo sigue con el cortador de tuercas embutido en su pantalón y pasa por un pequeño pedazo de escalera. JA corta el candado y abre el acceso a la reja para caminar en la valla. Se agacha para darle la mano a JD quien está envuelto en el tubo aferrándose. “JD, dame la mano.” JD no quiere decir que no, pero se siente incómodo confiándole su vida a JA. JD No suelta el tubo. JA le repite firmemente, calmado, con bastante confianza: “ JD dame tu mano.” JD extiende su brazo y JA lo sube a la reja. Después, SET el más frágil de los tres, los sigue inestablemente. Le ofrecen poner su tag pero él insiste en subir. “Firmar por mí, mi culo, yo puedo subir” dice él. Debo mirar hacia otro lado mientras intenta subir, seguro de que se iba a caer (casi se mata dos veces).
Los tres han desarrollado un sistema de trabajo que divide la labor cuando están pintando. Uno delinea, otro lo sigue rellenando. Durante 40 minutos los observo furiosamente trabajando, sus sombras proyectadas mientras tapan el aviso publicitario con grandes throw ups de colores. JD y SET se quejan del espacio mientras JA los regaña y tira latas vacías hacia el suelo.
Vuelven a arriesgar sus vidas para bajar. Partes de sus rostros están cubiertas de pintura mientras con ojos desorbitados miran hacia la valla y dicen, “No es hermoso?” Hay algo inexplicablemente abrumador en ver un objeto tan inaccesible y limpio, ser alcanzado y transformado. Nos subimos al carro y viajamos en círculos para que pudieran criticar el trabajo. “Puta, debí haber usado blanco” dice JD.
No es la valla de la historia pero para que se hagan una idea.
Al día siguiente las vallas son limpiadas y el graffiti desaparece. JA me cuenta que volvieron al día siguiente para tomar las fotos e incluso tuvieron conversaciones casuales con las personas que lo estaban limpiando.
El graffiti ha pasado por varias encarnaciones desde sus comienzos en el Nueva York de los 70s . Épocas de escritores como TAKI 183 un adolescente de origen griego.
Ha evolucionado desde el simple acto de escribir un nombre en una pared, a la creación de firmas altamente estilizadas pero difíciles de leer (una especie de código entre escritores), elaborados throw-ups, sofisticados wild styles (piezas de letraje salvaje), obras maestras (piezas de alta complejidad estética) e ilustraciones de personajes y escenarios. Ha habido graffiti racista, político, a favor de las drogas y de pandillas. Existe una escena de graffiti-arte de donde salieron personas como Keith Haring, Jean-Michael Basquiat, LEE, Futura 2000, Lady Pink y otros; publicidad hecha con aerosol, techno-graffiti en medios digitales, graffiti anti-publicidad, calcomanías, plantillas.
Hay estudiantes de arte haciendo obras en las calles de San Francisco (“arte público sin permiso”); trabajos de murales en los túneles subterráneos de Nueva York; exposiciones en galerías desde Colorado a Nueva Jersey; Maratones de graffiti que duran varias fechas y también hay escritores de graffiti dando charlas en facultades de arte de universidades. El Graffiti se ha convertido en parte de la cultura urbana, la cultura hip-hop y la cultura comercial se ha esparcido y se puede ver hasta en las cercanías de los bosques de California.
Hay revistas de graffiti, tiendas de graffiti, murales comisionados, muros de la fama y hasta series de videos documentando misiones de graffiti con bandas sonoras y todo. El graffiti es recordado como una metáfora de los 70 (“La fe del graffiti- the faith of graffiti” de Norman Mailer); En los 80s estuvo en Hollywood con Beat Street, Turk 182 y Wild Style y en los 90s ha sido extensivamente utilizado en murales conmemorativos para los muertos de los sectores humildes de la ciudad.
A pesar de haber sido validado y aceptado en tantos niveles, ha sido estigmatizado cien veces más. A escritores de graffiti se les están imputando sentencias en cárceles por largos periodos. – Un quinceañero en Californa ha sido condenado a 8 años en un centro de detención juvenil.
Han sido condenados por más de mil horas de servicio comunitario y a asistir a terapias psicológicas durante años y padres de familia han sido demandados. En California las licencias de conducir pueden ser quitadas hasta por un año y colegios pueden denegar diplomas y certificados hasta que padres de familia paguen restituciones. En algunas ciudades, propietarios de edificaciones que deciden no limpiar graffiti de sus propiedades pueden ser multados e incluso servir sentencias de cárcel. La primavera pasada en St. Louis, Cincinnati, San Antonio y Sacramento California, políticos propusieron una legislación según la cual se puede “apalear” a escritores de graffiti (de 4 a 10 golpes con una paleta de madera, propiciados por los padres de familia o administrados por un designado en una corte pública). A través del país, legislaciones son propuestas para que sea ilegal vender aerosoles y marcadores de punta ancha a menores de edad y en muchos locales comerciales, estos artículos son mantenidos bajo llave. Varias ciudades han tratado de prohibir la venta absoluta o exigir datos personales para adquirir estos productos. En Nueva York algunos propietarios de tiendas toman fotos de personas que compran grandes cantidades de pintura. En Chicago personas han sido penalizadas por posesión de pintura. En San José California policías encubiertos de cineastas produciendo un documental sobre graffiti arrestaron a 31 escritores. Cámaras ocultas, detectores de movimiento, limpieza con láser, químicos para crear capas protectoras, lentes nocturnos, alambres de púas, perros guardianes, una línea telefónica para denunciar graffiti, recompensas a informantes… Se estima que puede costar hasta 4 billones de dólares al año limpiar graffiti- todo esto para intentar detener a aquellos que “se ríen visualmente en las caras de las comunidades” escribe un periodista indignado en el Wall Street Journal.
Muchos consideran que cuando en los 80s las autoridades del metro de Nueva York aplicaron una política de cero tolerancia con el graffiti ( Las autoridades limpiaron o destruyeron más de 6,000 vagones que estaban pintados con graffiti, o sacaron de servicio de inmediato a cualquier tren que tuviera graffiti), la cultura de graffiti había muerto en su cuna. Sin embargo, muchos escritores afirman que en el intento de acabar con el graffiti, lo que hicieron fue sacarlo de los patios de los trenes y lo volvieron furioso. Jeff Ferrell, un criminólogo que ha compilado crónicas sobre la escena del graffiti de Denver teoriza que hicieron transformar al graffiti de una sub-cultura a una contra-cultura.
Las piezas en los trenes ya no transitaban así que los escritores comenzaron a apoderarse de las calles. Afuera al descubierto, debían hacer sus trabajos más rápido y más seguido. La calidad artística comenzó a importar cada vez menos. Throw ups, pequeños tags con marcador o el nombre escrito de manera simple comenzaron a ser la constante. Lo que importaba era la cantidad (“hacer bulla”), si el escritor tenía espíritu, era fiel al juego, si era “real”. El mundo del graffiti comenzó a atraer a más y más personas que no estaban buscando un medio alterno a los lienzos sino una simple conexión a una comunidad fuera de la ley, a una tradición venerada en las calles que daba la oportunidad de publicitar su rebeldía.
“El placer lo saco por hacerlo, no porque todos lo vean” dice JA. “Es agradable pero si eso es todo lo que te va a motivar a hacerlo, vas a terminar dejándolo. Eso le ha pasado a muchos escritores”. JD me dice: “Sólo se los estamos poniendo es sus caras es como “HEY, tienes que aguantártelo.” Periódicos han preferido el término “vándalo de graffiti” a “artista” o “escritor”. Los escritores de graffiti usan casualmente el término “destrucción” cuando se refieren a sus pinturas. En los años recientes el graffiti se ha convertido más en la pelea constante, las luchas, “en joder al sistema”, “volver mierda la ciudad”
Los escritores comenzaron a tener una actitud de machismo deportivo en cuanto a la frecuencia con que pintan, lo difícil de llegar a los sitios, tachar a otros escritores o en defender sus piezas (“si puedes pintar, puedes pelear”). Mientras que por un tiempo el graffiti era visto como una opción frente a las calles, ahora involucra drogas, violencia, armas y robo traído de ese mundo- el romanticismo del criminal desviado a cambio del de artista desviado. Hoy en día en Nueva York una fuente policial estima que deben existir alrededor de 100,000 personas involucradas en diferentes tipos de graffiti.
La policía ha capturado a escritores entre los 8 y 42 años. Existen algunos escritores dedicados (hard core) que están envejeciendo y escribían graffiti desde sus comienzos, están los que lo hacen por compulsión, los que lo hacen para el gremio y para los que los persiguen, escritores que no han encontrado nada más substancial en sus vidas como para reemplazar el graffiti.
Los escritores de alrededor de 20 años provienen en general de familias de clase trabajadora y tienen ambiciones limitadas acerca del futuro. SET trabaja en una droguería y ha tomado litio y prozac para depresiones ocasionales; JD se salió del colegio y está desempleado, su último empleo fue de mensajero donde conoció a JA.
Pasan sus noches manejando a 160 kms por hora por las autopistas de la ciudad, balanceando botellas de cerveza entre sus piernas, fumando marihuana, cigarrillos con crack (“coolies”), siempre con el radio a alto volumen. Recuerdan sin cansancio el pasado, cuando el graffiti era real, cuando los trenes pasaban pintados e intercambian historias acerca de “quién está haciendo qué” en la escena. La conversación es una mezcla de jerga hispano-italiana, rapera, actitud de ególatra deportista y el octavo grado de colegio. “Ese tipo es un guevón… yo me hubiera hecho la cera… es un trabajo de mierda… estoy que me pinto!!!.. me abro… no sea lámpara… mucho visaje.. hay que meterle toda, estar en la película, concentrarse…. Ese es un copión… a SET lo imitan unos toys (principiantes de graffiti)…”
Cargan beepers, a veces tienen pistolas, van fuera de la ciudad o a Long Island para “aprovecharse de los dormidos” y para robar aerosoles. Hablan acerca de sus próximas citaciones en juzgados, sobre condenas probatorias, acerca de dejar de pintar, de rehacer sus vidas incluso mientras planean al mismo tiempo cual va a ser el siguiente spot (sitio para pintar). Practican sobre las paredes de sus apartamentos, en cajas de comida, en cualquier pedazo de papel (escritores jóvenes practican en cuadernos que en ocasiones han sido confiscados por profesores y entregados a las autoridades). Se refieren al graffiti como a una “herramienta social” o una “forma severa de comunicarse”, a cualquier escritor le dicen “pelado”. Las conversaciones del mundo del graffiti oscilan entre la vanidad y la mitología, como la actividad en si. Horas de espera, de “parchar”, interrumpidas por oleadas de emoción. JD me dice en una típica actitud del graffiti “ Los escritores son como perras: mienten mucho, hablan demasiado, mucho chisme.” No les gusta salir a pintar con chicas porque lo único que dicen es (con voz de mujer) “Estas loco… escribe mi nombre.”
Cuando JA habla sobre graffiti, evita decir cualquier cliché sobre la cultura que forman los medios (y conoce la mayoría de ellos). Es más propenso a decir “Fuck el graffiti” y se ríe de las tiendas de graffiti, de los videos, de las convenciones y de las revistas. Pero puede ser sentimental cuando habla sobre como todo comenzó. De montar en tren, las rutas 1, 2 y 3 cuando era pequeño y estar abismado mirando los vagones cubiertos de graffiti y preguntarse “Como hicieron eso? Quiénes son ellos?” E invoca con respeto los nombres de escritores que admiraba cuando comenzó SKEME, ZEPHYR, REVOLT, MIN.
JA, al igual que muchos de la “nueva escuela”, hace más que todo “bombing”, cubriendo sectores con throw ups. Trata más al graffiti como una competencia deportiva que como un arte y se concentra en poner su marca en sitios de difícil acceso, enfocado en la cantidad y en mantener desafiante ante una estética que exige que la propiedad privada sea limpia (los escritores pintan más que todo en propiedad pública o comercial).
Cuando JA no está siendo cínico, puede hablar durante horas acerca de la técnica, de la planeación, la logística del juego como por ejemplo el “bombing en movimietno” que cuidadosamente planea con reloj la pintada de un tren que sabe que para en cierta parte durante cierto tiempo cuando se activa una señal en los túneles. Dice “Para mí el reto del graffiti tiene algo que da vigor, algo liberador y casi espiritual. Tiene una euforia mayor a la de cualquier droga o sexo que me puedas dar, de veras.”
Ja dice que se quiere retirar y lo dice como si fuera un proceso de rehabilitación de drogas. “Tengo que tomarlo como una persona en recuperación; un día a la vez. Te quemas. Ya no hay nada en la ciudad que me rete. Todo lo he hecho”. Pero entonces se entera de un patio lleno de camiones limpios del festival de Puerto Rico (una razón para ir de bombing a Fift Avenue), o de una valla en una zona desolada, o son las 3 a.m., él está drogado, manejando durante horas o sentado en la sala jugando NBA Jam y alguien dirá “tengo un par de latas…” REAS un escritor de hace más de 12 años que después de una lucha con recaídas logró salirse del estilo de vida dice: “el graffiti puede volverse como un hueco en el que estás atascado. Puede seguir y seguir.. Siempre hay algún sitio donde pintar”
SAST tiene casi 30 años y se autodenomina como semi-retirado después de 13 años en la escena de graffiti. Todavía carga un marcador y a donde quiera que va pega sus tags de STONE (cuando está drogado escribe STONED (DROGADO)).
SAST Nos conduce a JA y a mí por la ciudad una noche, mostrándome diferentes objetos que han taggeado, volviendo una y otra vez a sitios de expendio para comprar crack y dust, fumando, con la radio a todo volumen contando historias sobre JA saltando sobre trenes en movimiento, JA colgando de un 4×4 a toda velocidad. SAST está manejando a toda, cortando entre carros, manejando como loco. Le digo varias veces que maneje más despacio a medida que vuela por las autopistas. El sonríe, pregunta si estoy asustado, me dice que no me preocupe, que maneja mejor cuando ha consumido DUST. En un punto un carro se nos mete delante. Ja decide divertirse un poco.
“Oe SAST, ese man te cerró!” dice JA. Comenzamos a acelerar. “Te insultó, te insultó frentiado, SAST”. SAST se lo cree, su mirada cada vez más determinada a medida que vamos a 110, 130, 145 kilómetros por hora, pegado al separador, volando entre los carros. Me volteo hacia JA que está en el puesto trasero y le pido que pare. JA me ignora, completamente relajado sonriendo, pidiéndole a SAST que vaya más y más rápido, extasiado por mi miedo que se suma a su adrenalina.
Alrededor de las 4 a.m., SAST nos deja en la mitad del puente de Manhattan y se va. JA quiere mostrarme un throw-up que hizo la semana pasada. Pasamos por encima del separador de la avenida a los rieles del metro. JA explica que debemos pasar los rieles hacia la parte externa del puente. Entre los rieles hay varios huecos grandes y dos rieles electrificados y estamos a 40 metros por encima del rio East. Mientras nos paramos en los rieles, escuchamos un tren acercándose. Ja me dice que me esconda, que me agache en la V donde dos vigas diagonales se unen justo al lado del riel.
Imágen del sistema de tránsito de Nueva York
Me pongo en posición, agarrándome de las vigas con la cabeza hacia abajo, mirando hacia el agua mientras el tren revienta a mi costado al pasar. Esto sucede otras dos veces.
Eventualmente cruzo al lado externo del puente que está bajo construcción y JA señala a un tag a unos 12 metros hacia arriba en lo que parece un nido de cuervo en una viga de soporte. Después de unos momentos de observar el paisaje, pisando cuidadosamente alrededor de las numerosas oportunidades para caer, JA me da sus cigarrillos y sus llaves. Comienza trepándose una de las estructuras en el costado del puente, desaparece y aparece más arriba dirigiéndose a una caja eléctrica en una columna.
Continúa trepando por tubos y se agarra de un soporte curvo. Usando solo sus manos. Trata de subirse. En un punto está casi completamente patas arriba. Si se cae golpearía de espaldas contra las estructuras y después al rio. Continúa subiendo a medida que la pintura se parte bajo sus dedos y logra por fín llegar al sitio donde hizo el tag. No tiene ni una lata ni un marcador y en este momento el graffiti es un hecho irrelevante. Vuelve a bajar y me dice que cuando hizo el tag estaba con dos escritores; a uno lo cargó casi la mitad del recorrido y el otro paró en un punto y le dijo después a JA que verlo hacer ese tag lo hizo apreciar su vida, el estar vivo.
Caminamos durante 10 minutos por un peatonal angosto en el costado del carril; un cable delgado evita nuestra caída al río. Necesito parar un par de veces al mirar hacia abajo entre las rejas sólo para dar el siguiente paso, sacudirme el vértigo. JA prácticamente sigue trotando. Salimos del puente hacia el Barrio Chino mientras sale el sol y vamos a desayunar. JA me cuenta que es vegetariano.
Si hablan con un escritor de graffiti serio, la mayoría de ellos repiten los mismos temas; rechazan la comercialización del graffiti, reniegan de los toys y fantoches y al mismo tiempo odian y se sienten apegados a las autoridades que tratan de detenerlos. Dicen con orgullo y auto-desprecio que un escritor de graffiti es un vago, un criminal, un vándalo, un liso, loco, obsesionado con una vida escurridiza, inteligentemente callejera y que vive al borde de manera figurativa y literal. Muestran y catalogan las cortadas y cicatrices en sus cuerpos por alambre de púas, pedazos de metal, cuchillos, cortadores. Casualmente le pregunté a un escritor llamado GHOST si sabía de otro escritor que había visto en una revista de graffiti. “Si lo conozco, me apuñaló.” SET dice que fue capturado por dos detectives que lo golpearon y vaciaron sus aerosoles en su cuerpo y cara. JA cuenta historias similares acerca de golpizas de policías por hacerlos perseguirlo, sobre policías obligándolo a vaciar sus latas sobre sus zapatos o en la chaqueta de un amigo. JD ha tenido 48 puntos en su espalda y 18 en su cabeza debido a “peleas de graffiti”. El mejor amigo de JA, SANE SMITH un escritor legendario que estaba demandado por la ciudad y la MTA (Tránsito) por graffiti, fue encontrado muerto flotando en Jamaica Bay. Hay un sinfín de especulaciones en el mundo del graffiti acerca de si lo empujaron, se cayó, o si saltó. SANE es tan respetado, que hay escritores que pasan tiempo en bibliotecas leyendo y releyendo los artículos acerca de su muerte, sus arrestos, su carrera. Según JA, después de la muerte de SANE, su hermano, SMITH otro respetado artista del graffiti, encontró un papel sobre el cual SANE había escrito su tag y el de JA y en un lado “VOLANDO ALTO DE LA MANERA XTC.” Este papel cuelga en la habitación de JA.
Una mañana, JA y yo saltamos del borde de una estación de metro y nos metemos en los túneles. Me muestra cuartos escondidos, salidas de emergencia que dan a un andén, donde pararme si pasa un tren. Me cuenta sobre una vez cuando SANE se acostó boca abajo en un drenaje del carril mientras un tren pasaba encima suyo. JA me dice que cualquier vez que era perseguido por la policía, el corría a la estación más cercana, saltaba de la plataforma y escapaba por los túneles. Los policías nunca lo seguían. KET otro escritor veterano me cuenta como en los túneles pisaba accidentalmente a indigentes mientras caminaba. Lo veían haciendo tags y ocasionalmente alguno pedía que lo pusiera su nombre. Normalmente lo hacía. Caminando en la oscuridad entre rieles electrificados mientras trenes pasan, Ja me cuenta la historia de dos escritores con los que tenía problemas que entraron a los túneles a tachar sus tags. Donde los tachones paran, es el sitio donde murieron atropellados por un tren.
La última vez que salgo con JA, SET y JD me recogen a eso de las 2am. Conducimos hacia el Lower East Side para entrar a un patio donde hay unos 60 camiones y camionetas parqueados uno al lado del otro. Cada vehículo ya tiene throw ups y tags pero los tres comienzan de todas formas. JA está en su salsa. Corren entre las filas, se arrastran debajo de camiones, saltan de techo a techo, todo entre los vehículos envueltos en una nube nauseabunda de gases de pintura (algunas veces soplan mocos de colores por la nariz), tapan tags mientras respetan otros. JA escribe SANE y busca cualquier espacio limpio para pintar. JA quien alguna vez habló sobre retirarse, esta sediento por pintar y quiere ir a otro spot. Pero JD no tiene pintura, SET necesita plata para la gasolina y tienen que manejar al día siguiente para presentarse a una citación en corte por robo de pintura.
Durante el camino de vuelta el carro está más que todo en silencio, con una energía deprimida. Incluso cuando los tres estaban en el patio de camiones, aún cuando JA se veía en su punto más intenso, parecía más como trabajo, rutina, hábito. Hay momentos como este en el que se ven realmente exhaustos por el constante estrés, el peligro, los problemas legales, las drogas, las peleas y la obligación de siempre darle a otro spot. Por lo general es cuando el día está comenzando.
Como una semana después, recibo una llamada de otro escritor a quien JA le había dicho que le estaba haciendo un artículo. Me dice que él nunca ha sido King, nunca ha sido All city (cubrir toda la ciudad), pero que ahora estaba volviendo, saliendo de su receso con un nuevo alias. El dice que podría hacerlo con facilidad porque no hay verdadera competencia. Dice que estaba pensando en lucrarse un poco con el graffiti, hacer exposiciones, cuadros, lo que fuera… para que le pagaran. “Tengo que hacer algo” me dice. “No puedo rapear, no sé bailar y tengo un tonto empleo” Hablamos un poco más y me dice que aprecia que esté escribiendo sobre escritores de graffiti, tratando de ver adentro de la vida y cabeza de un vándalo. Contando la verdadera historia. También me dice que el graffiti está muriendo, que la ciudad la están limpiando y que todos los escritores nuevos son unos toys, pero que aún vale la pena pintar.
Le pregunto por qué? Y recibo la inevitable justificación en la que cada escritor debe creer y querer, la idea que el sistema siempre tendrá que jugar a “alcanzarlos”. “yo me demoro segundos haciendo un throw-up, a ellos por lo menos diez minutos limpiarlo”. “Quién sale ganando al final?”
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